Cuando empecé a enseñar -y antes de tener mis propios hijos- a menudo me refería a mis estudiantes como "mis niños" o "mis hijos". Realmente me sentí conectado con ellos e hice todo lo posible para guiarlos hacia sus éxitos durante el ciclo escolar. Cuando me convertí en madre por primera vez, mi equilibrio cambió. Ya no eran mis estudiantes el único foco de mi día, y poco a poco aprendí a priorizar mis tareas. Necesitaba usar mi tiempo más eficientemente y con mayor intención para llegar a casa y estar completamente presente con mis propios hijos.
Mi vida cambió nuevamente este año con mi hijo más grande que comenzó a ir al jardín de niños. Por primera vez, me encontré al otro lado de la mesa de conferencias de padres y docentes. Mi gracia, compasión y comprensión por los padres de mis estudiantes crecieron mientras luchábamos para equilibrar la tarea, el juego, la cena, la clasificación y el tiempo de la familia en nuestra casa. Siempre he escogido a qué tarea debo dar más atención, pero ahora doy tareas con una mayor intención, pensando mucho el impacto que tendrá en el tiempo libre de mis estudiantes y el tiempo de la familia.
Desde que tengo a mis propios hijos, ya no veo a mis estudiantes como gente pequeña paseando por mi salón de clases, sino como un precioso niño para ser amado, cuidado, escuchado y amado aún más.
Quiero acunar cada rostro en mis manos, mirarle a los ojos y decir las mismas palabras que susurré en cada uno de los oídos de mi recién nacido:
"Eres mío y yo soy tuyo.
Te empujaré y lo animaré hasta que alcances su cada meta.
Nunca me rendiré contigo.
No importa cuán desagradable actúes,
No importa si has renunciado a ti mismo.
Eres mío y yo soy tuyo.
Te amaré, cuidaré de ti,
Y nunca te rendirás."
Cuando mis estudiantes experimentan dolor en sus vidas, muevo cada fibra de mi ser y me quito el título de docente para meterlos en mi regazo, apretarlos con tanta fuerza y susurrarles al oído: "Estoy aquí. Mi corazón duele por ti. Nunca me rendiré contigo."
Mis estudiantes son más que "mis estudiantes". Durante nueve meses del año, ellos se convierten en mis hijos, mis preciosos hijos, mis dulces hijos, son míos para animar, reír, aprender y crecer.
¡Feliz Día de la Madre, tanto dentro como fuera del aula!